Energía limpia para el “Jardín”, contaminación y muerte para el resto del mundo
- boliviamultipolar
- 5 dic
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Hubo un tiempo en que Europa Occidental hizo crecer su arrogancia y su sentimiento de omnipotencia, no sólo había invadido y colonizado otros continentes sino también había dado origen al pujante capitalismo, con sus consiguientes logros como la Revolución Industrial, el auge de una nueva clase dominante y la transformación en las relaciones sociales de producción.
Una década tras otra forjó su desarrollo económico gracias a su política extractivista, caracterizada por su falta de empatía con los países a los que despojó sistemáticamente; de esa manera, los europeos crearon su propio espacio-tiempo, ubicándose en el centro de, la llamada por ellos mismos, civilización; con el florecimiento de EEUU y su población de origen europeo, se amplió dicho centro de influencia, lo que devino en menosprecio de todo lo que corresponde a Latinoamérica, África o Asia. La hibrys europea no es cuestión del pasado, está plenamente vigente, por ejemplo, en las palabras del que fuera representante de la Unión Europea, que en octubre de 2022 afirmó públicamente que “Europa es un jardín y el resto del mundo una jungla”; así justifican cualquier acción de autodefensa, por mucho que aquello implique explotación, sufrimiento y muerte en la periferia, en fin… es la jungla.
Sin embargo, la industrialización que significó el gran orgullo europeo, terminó contaminando no sólo sus países sino todo el planeta; entonces, lanzaron sus gritos de alerta: el cambio climático, el efecto invernadero, etc., etc., tratando de distribuir la culpa a todos los países del mundo, así ellos podrían erigirse como los salvadores de la humanidad; así surgió el Pacto Verde Europeo, cuyo objetivo es hacer una Europa más limpia, saludable, con un clima neutro, transformando la forma de producción y consumo; esto significa, preservar Europa en una burbuja, en desmedro del resto del mundo.
Para cumplir con su modernización ecológica, basada fundamentalmente en innovaciones tecnológicas, una vez más están acudiendo a la explotación y apropiación de materias primas, es decir, han desatado el llamado “colonialismo verde”, a través de las transnacionales, las diferentes organizaciones internacionales, la influencia de los gobiernos occidentales y la colaboración de los gobiernos entreguistas de los países afectados; en ese sentido, la explotación de los recursos, esta vez aplica un modelo “extractivista verde”. Es que, para la transición a la energía limpia, los proyectos europeos requieren desarrollar operaciones extractivistas, así como el acaparamiento de recursos verdes y la degradación ambiental; en otras palabras, ejercen la necropolítica porque, como si fueran dioses, pretenden decidir quiénes pueden vivir y quiénes deben morir. De todas maneras, son bastante hábiles para enmascarar sus verdaderas intenciones; por ejemplo, los aranceles verdes o ecoaranceles, que son impuestos a la importación de productos que dañan el medio ambiente, en realidad son parte de las medidas proteccionistas de los países llamados occidentales, lo que afecta de manera negativa al resto, ya que posterga su acceso a las tecnologías limpias, obligándolos a mantener sistemas energéticos tradicionales.
Es más, EEUU y la Unión Europea, a fin de proteger el medio ambiente en sus países, promueve alianzas para impulsar la transición energética y el supuesto crecimiento económico de Sudamérica; pero, prefieren hacerlo mediante la privatización de los sectores verdes, a fin de explotar y exportar especialmente los minerales críticos, tan necesarios para la mencionada transición energética europea, entre los cuales están el níquel, el cobre, el litio y el cobalto. La demanda, cada vez mayor, de dichos minerales, ponen en el centro del riesgo a los países de Latinoamérica y África; es que no sólo se trata de la destrucción paulatina de la Madre Tierra, con el consiguiente impacto negativo en la producción y la vida de todos los seres que habitan estos territorios, sino también porque evitan, por todos los medios, la industrialización y el desarrollo de tecnología propia.
En la actualidad, se nota que EEUU está perdiendo se hegemonía mundial, por lo que desesperadamente, no quiere perder los recursos naturales del que todavía considera su “patio trasero”, Latinoamérica; de ahí que pretende apoderarse del Golfo de México, al que ya le ha cambiado el nombre a Golfo de América, puesto que para ellos, América es sólo EEUU; de igual manera acosa a Venezuela que tiene las mayores reservas de oro y petróleo del continente; y, públicamente afirma que ya cuenta con el agua y los bosques de Sudamérica, así como el litio de Bolivia, Chile y Argentina.
En el caso de Bolivia, cuyo territorio es parte del Tawantinsuyu, históricamente ha sido presa de las políticas extractivistas; durante la invasión y colonización europea, se robaron nuestro oro y plata; posteriormente, es explotó estaño; en las últimas décadas también el zinc, plomo, cobre y ni qué decir de la ingente cantidad de madera, cacao y otros, que se extrae, en la mayoría de los casos, de manera clandestina; y, de todo esto, ¿qué ha quedado para Bolivia?, prácticamente, nada. Todos los gobiernos que representaron a las oligarquías de las diferentes épocas, a su modo, dejaron hacer y dejaron pasar, lo que significó una criminal componenda con el imperialismo; pero, cuando del seno del pueblo, surgió un líder como Evo Morales, que lucha por superar el modelo extractivista y asumió medidas antimperialistas, rápidamente fue satanizado, desacreditado y hasta le negaron la posibilidad de participar en las elecciones gubernamentales; sin embargo, esto no es producto de rencillas personales, antipatías o expresiones racistas; la causa es el interés creciente por el litio boliviano y los intentos desesperados por privatizar la extracción y detener la industrialización del mismo en el país, vale decir, su procesamiento para crear productos con valor agregado como el carbonato de litio, para la creación de materiales catódicos y baterías.
Ante las ambiciosas políticas climáticas occidentales, en Latinoamérica, las denuncias, protestas y movilización de las organizaciones sociales, culturales, sindicales y otros, no se hicieron esperar, demostrando que no están dispuestos a convertirse en “zona de sacrificio verde” (ZDV); en la actualidad es mucho más fácil y rápida la comunicación gracias a las redes sociales, por lo que dichos movimientos tienden a convertirse en internacionales, a lo que también ayuda bastante las publicaciones realizadas en dichos medios por analistas, especialistas, políticos progresistas y de izquierda. Pero, son las naciones y pueblos originarios, los que fundamentalmente luchan por preservar la vida en la Madre Tierra, porque son culturas de la vida, en tanto que las occidentales son culturas de la muerte.
Solange Cabrera Tapia



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