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16 años de Estado Plurinacional: entre su fortalecimiento o el regreso al modelo republicano colonial

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En el contexto de 2025, Bolivia se enfrenta a una encrucijada histórica: dos caminos se presentan ante la nación. Uno, el de la continuación del proceso de transformación iniciado en 2006, que busca una profundización del cambio social, político y económico; y el otro, el de un retroceso hacia un modelo republicano con fuertes rasgos coloniales. Este escenario plantea una confrontación directa entre la patria y la antipatria, el futuro y el pasado, el bienestar colectivo y el privilegio de unos pocos.


Este dilema no es solo una cuestión de un individuo o un grupo de líderes, sino que es un desafío que involucra a todos los bolivianos, especialmente a su clase dirigente. Son estos últimos quienes, en última instancia, serán responsables ante la historia por las decisiones que tomen en este momento crucial. A medida que nos acercamos a las elecciones de 2025, es importante reflexionar sobre las opciones que tenemos por delante y cómo el rumbo del país dependerá de la capacidad de la sociedad boliviana para tomar decisiones que prioricen el bienestar común sobre los intereses de unos pocos.


El proceso de transformación y su contexto histórico


La Constitución del Estado Plurinacional de Bolivia, aprobada en 2009, representó el hito más importante en la historia reciente del país. Fue el resultado de una Asamblea Constituyente, la primera de su tipo en 200 años de historia republicana. Este nuevo marco constitucional marcó un cambio profundo en la estructura del país, reflejando la diversidad cultural, étnica y lingüística de Bolivia, una diversidad que había sido históricamente invisibilizada por las estructuras del Estado republicano.


El reconocimiento de los pueblos indígenas, la redistribución del poder y los recursos, y la promoción de una justicia social más inclusiva fueron pilares fundamentales de este nuevo Estado. La refundación del Estado Plurinacional significó la garantía de la convivencia de todos los bolivianos, basada en el respeto y la protección de los derechos de los pueblos indígenas, sus lenguas, su cultura y sus formas de autogobierno. El proceso también buscó una redistribución de los recursos naturales, con el objetivo de reducir la pobreza y la desigualdad, y fomentar un modelo de desarrollo sostenible basado en el Vivir Bien.


En los 16 años que han transcurrido desde la aprobación de la nueva Constitución, el país ha logrado avances importantes. Se ha reducido la pobreza extrema de un 38% en 2006 a cerca del 15% en 2019, y Bolivia ha recuperado el control sobre sus recursos naturales, especialmente los hidrocarburos. Este control ha permitido un aumento en la inversión en infraestructura y servicios básicos, además de un mayor acceso a la educación, la salud y otros servicios esenciales. Bolivia también ha jugado un papel activo en debates globales sobre derechos humanos, medio ambiente y descolonización.


El desafío actual y las elecciones de 2025


A pesar de estos logros, Bolivia se encuentra en una coyuntura difícil. En medio de un año electoral, la actividad política se ha intensificado, eclipsando otras cuestiones como los problemas económicos relacionados con el abastecimiento de carburantes y la crisis de la disponibilidad de dólares. Además, la crisis judicial sigue siendo un tema sin resolver, como se evidenció en las elecciones judiciales de diciembre pasado.


En este contexto, el país también conmemora los 200 años de su fundación como república, lo que ha reavivado la disputa entre los defensores del modelo republicano y aquellos que apoyan el proceso de cambio iniciado en 2006. Los detractores del modelo económico del Proceso de Cambio han resurgido, presentándose como salvadores del país, aunque sus propuestas se basan en las mismas recetas neoliberales que llevaron al desastre al final del siglo XX.


El presidente Luis Arce ha subrayado que el objetivo del Proceso de Cambio es ser anticolonial, antiimperialista, anticapitalista y antipatriarcal, luchando por una democracia intercultural y participativa y buscando más justicia social. En sus declaraciones, Arce ha destacado la urgencia de actualizar el proceso, estableciendo nuevos objetivos y planes más ambiciosos para los próximos años en áreas como la salud, la educación, la economía y la integración regional.


La lucha por la unidad y la consolidación del proceso


El futuro de Bolivia depende de la capacidad del pueblo y de sus líderes para unirse y trabajar colectivamente. La unidad es clave para consolidar el Proceso de Cambio y fortalecer el Estado Plurinacional. Arce ha llamado a la reflexión y a la unidad, destacando que solo con trabajo colectivo y lealtad será posible enfrentar los desafíos que se presentan, tanto internos como externos.


Sin embargo, también es necesario reconocer los errores cometidos durante estos 16 años de gobierno. La autocrítica, aunque poco frecuente en el proceso, es fundamental para el avance. El presidente ha admitido que, a pesar de los logros alcanzados, también ha habido equivocaciones que deben ser corregidas para garantizar el éxito del proyecto político.


Tareas pendientes para el futuro


Entre las tareas urgentes para el futuro, Arce ha mencionado la necesidad de reformar el sistema judicial, que ha sido históricamente ineficaz. Además, se deben tomar medidas económicas que garanticen la estabilidad y la seguridad alimentaria, fortalecer la democracia y asegurar que la administración de justicia sea imparcial y oportuna.


Es esencial también avanzar en la industrialización de recursos clave como el litio y garantizar el control estatal de la minería mediana. La lucha contra la corrupción, el narcotráfico y otras amenazas sociales también debe ser una prioridad.

En resumen, el futuro de Bolivia dependerá de la capacidad de sus líderes y su pueblo para mantener la unidad, rectificar los errores cometidos y avanzar hacia un modelo económico y social más justo, inclusivo y sostenible.


 

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